01 -
En un tazón grande, coloca la mantequilla, los dos tipos de azúcar y la vainilla. Usa una batidora de mano o una batidora de pie con accesorio de pala y bate a velocidad alta durante unos 2-3 minutos hasta que tengas una mezcla ligera y esponjosa.
02 -
Incorpora el huevo y vierte la leche. Mezcla a baja velocidad hasta que esté todo bien combinado, raspando los lados y el fondo del tazón si es necesario.
03 -
Con la batidora a velocidad baja, agrega la harina y la levadura. Mezcla solo hasta que desaparezcan los rastros de harina. No mezcles demasiado. La masa debe quedar espesa, pegajosa y cremosa.
04 -
Con una espátula o cuchara grande, mezcla suavemente los trozos de mango en la masa. Hazlo con cuidado para no machacar la fruta.
05 -
Cubre el tazón con plástico de cocina y déjalo enfriar en la nevera entre 30 minutos y 1 hora (puedes mantenerla hasta 2 días).
06 -
Coloca una rejilla en el centro del horno y precaliéntalo a 180 °C (350 °F). Forra dos bandejas para hornear con papel de horno.
07 -
Saca la masa del refrigerador. Usa una cuchara o porción de aproximadamente 1.5 cucharadas por galleta y colócalas a 9 cm (3 pulgadas) de distancia en las bandejas preparadas.
08 -
Cocina las galletas durante unos 14-16 minutos o hasta que al presionarlas suavemente con un dedo vuelvan a su forma.
09 -
Retira las galletas del horno y déjalas enfriar en la bandeja durante 10 minutos antes de pasarlas a una rejilla para que se enfríen completamente.
10 -
Combina en un tazón pequeño el azúcar glas, la vainilla y la leche (o jugo de mango). Mezcla hasta que quede suave. Ajusta la consistencia añadiendo más azúcar para espesar o más líquido para hacerla más líquida.
11 -
Rocía el glaseado sobre las galletas frías y espera a que se asiente. Guarda las galletas glaseadas cubiertas o en un recipiente hermético por hasta 2 días a temperatura ambiente o 1 semana en la nevera.