
Las fresas frescas se convierten en pura delicia en este increíble pan húmedo con queso crema. Cada rebanada esconde trocitos jugosos de fresas que quedan en una miga tan suave que casi se deshace en la boca. Después de probar mil versiones que salieron secas, aceitosas o hasta moradas, al fin di con el punto justo de sabor intenso y textura suave.
El finde pasado preparé esto para la fiesta del jardín de mi vecina. Tres personas me pidieron la receta antes de regresar a casa. Es la mezcla del queso y el toque de las fresas dulces que vuelve loco a cualquiera.
Súper ingredientes clave
- Fresas: Mejor si escoges las más pequeñas y rojizas, esas que parecen caseras. Olvídate de las enormes del súper, no saben igual
- Queso crema: El de toda la vida (tipo Philadelphia) nunca falla, los de marca blanca suelen ser más líquidos
- Suero de leche: No uses leche normal, el suero logra una miga mucho más tierna
- Aceite: Mantiene la humedad perfecta y no se pone grasoso
- Gelatina en polvo de fresa: Es mi truco para acentuar el sabor a fruto rojo

Pasos explicados uno por uno
Prepara las fresas: Pícalas en cubos medianos, no demasiado pequeños. Mézclalas con azúcar hasta que suelten algo de jugo. Guarda una cucharada de ese jugo para la masa. Espolvorea un poco de harina para que no se bajen al fondo.
Haz la base: Bate el queso crema hasta que esté bien suave. Agrega el azúcar y sigue batiendo hasta que quede esponjoso. Incorpora los huevos uno a uno sin dejar de batir. Agrega la vainilla y el juguito de fresa que reservaste.
Junta todo: Mezcla los ingredientes secos por aparte. Agrégalos poco a poco a la mezcla de queso sin batir de más. Incorpora el suero de leche y el aceite de forma suave. Añade las fresas enharinadas con cuidado.
Listo para hornear: Engrasa y enharina bien tu molde. Vierte la mezcla y alisa la parte de arriba. Ponlo en el horno a 160°C. Tarda unos 40 minutos, pero fíate más del aroma o del palillo limpio.
El último toque: Deja que enfríe en el molde diez minutos. Luego pásalo a una rejilla con calma. Cuando esté tibio, échale encima el glaseado de queso. Decora con fresas frescas si quieres lucirte.
Mi mamá siempre decía que para hornear hay que tener paciencia y fijarse en los detalles. Este pan le da la razón cada vez. El mes pasado lo llevé tibio a la reunión del club de lectura. Nadie habló, todos cerraron los ojos y disfrutaron ese primer mordisco.
Lo del suero de leche fue pura casualidad. Me quedé sin leche y usé lo que tenía. A veces los inventos salen geniales. Ya no lo hago de otra forma. El puntito ácido queda perfecto y la textura es insuperable.
Antes, mostrar fresas solo era hacer shortcake. Esto lo cambia todo. Queda bien para brunch o para tomar café en la mañana. Mi hija siempre me pide que guarde una barra en el congelador, pero nunca sobra para eso.

Hay algo mágico en sacar este pan del horno. El aroma a fresa llena toda la casa y ese glaseado blanco cae por los lados. Es uno de esos clásicos que guardarás siempre, de los que pasan de abuela a nieta.
No se trata solo de seguir pasos, sino de crear momentos. Sea para un desayuno familiar o para regalar, cada rebanada lleva un poquito de cariño.
Preguntas Frecuentes
- → ¿Puedo usar fresas congeladas?
- Es mejor usar frescas, pero si usas congeladas, descongélalas y escúrrelas bien para evitar exceso de humedad.
- → ¿Por qué tamizar la harina antes de medirla?
- Tamizar asegura la cantidad correcta y ayuda a que el pan quede más ligero.
- → ¿Puedo omitir la gelatina de fresa?
- La gelatina aporta color y sabor. Si decides omitirla, el pan será menos rosado y con menos sabor a fresa.
- → ¿Cómo sé que está listo?
- Introduce un palillo; si sale limpio, ya está. Revisa desde los 45 minutos para evitar que se sobrecueza.
- → ¿Por qué se hundió mi pan en el centro?
- Puede ser por abrir el horno mientras se hornea o porque aún estaba crudo al sacarlo.